“LA MANO PELUDA”, ENTRE LA LEYENDA Y LA HISTORIA

LA MANO PELUDA, ENTRE LA LEYENDA Y LA HISTORIA

Por Ivette Sosa

Una leyenda es una narración de hechos naturales, sobrenaturales o mezclados, que se transmite de generación en generación en forma oral o escrita.

 

Se ubica en un tiempo y lugar que resultan familiares a los miembros de una comunidad, lo que aporta al relato cierta verosimilitud.

 

En las leyendas se presentan elementos sobrenaturales, como milagros, presencia de criaturas malévolas o de ultratumba como reales. Forman parte de la cosmovisión de la comunidad en la que se origina.

 

VERSIÓN PRE-REVOLUCIONARIA

Una de las historias mexicanas más antiguas, sin duda, es la de La mano peluda. Hay muchas versiones, pero destaca la de la Mano de Horta.

 

Ésta se originó antes de la Revolución Mexicana, y nos habla de un codicioso e insensible usurero que, al morir, empezó a penar bajo la forma de una mano grotesca, oscura, y asesina.

 

Corría el año 1908 en la ciudad de Puebla, y los llamados montepíos (casas de empeño) abundaban y proliferaban bajo la corrupción del gobierno de Porfirio Díaz.

 

Si bien el Porfiriato representó una época de crecimiento económico, en la práctica éste se veía ensombrecido por la injusticia social inherente a la enorme polarización de las diversas clases sociales:

 

Los pobres se empobrecían, los ricos se enriquecían y la clase media se estancaba.

 

Situación que a la larga habría de estallar en la subversión de la revolución.

COMO SANGUIJUELAS

En ese ambiente de injusticia los usureros explotaban a sus clientes, tomando todo lo que podían de ellos como sanguijuelas.

 

Ropa, muebles, relicarios, vajillas de plata, joyas, incluso los juguetes de los inocentes niños, nada excluían sus manos codiciosas.

 

Entre esos usureros con mucho dinero y poca nobleza, destacaba uno al que casi todo el pueblo detestaba: el señor Villa, conocido como “Horta” entre los habitantes de la ciudad.

 

EL AVARICIOSO HORTA

Horta era un tipo amargado, codicioso, avaro y egoísta.

 

Un tipo que nunca tuvo piedad de sus clientes más desesperados o de los mendigos sedientos que le imploraban centavos con los labios resecos y la mirada perdida por el sufrimiento.

 

Era calvo, bajo de estatura, rechoncho como un cerdo, con las extremidades y el cuerpo repleto de abundante vello.

 

Horta adoraba llevar las manos repletas de gruesos anillos engarzados de piedras preciosas.

 

La gente lo aborrecía tanto que a veces lo maldecían al pasar por su negocio.

 

Eran tan evidentes sus manos, que la maldición entonces era un: “¡Qué Dios te seque la mano!”.

 

¨DIOS LE SECÓ LA MANO¨

Pasaron así los días y en la memoria popular quedó grabada la imagen de Horta, sentado en su casa de cambio de la calle Merino, contando y apilando monedas de oro junto a la Gangosa, que era como le decían (por antipatía) a su mujer.

 

Toda su vida fue un perverso avaro, pero un día la muerte llegó y, al parecer, Dios le secó la mano. O al menos eso se quiso hacer creer, para darle un castigo aunque sea después de muerto.

 

LA MANO NEGRA SALÍA DEL PANTEÓN

Se cuenta que hasta en un periódico local salió la noticia de la “Mano Negra”.

 

Se trataba de la mano de Horta –decían testigos de esa época- a la cual se había visto trepar por los muros del cementerio de San Francisco.

 

La creencia de que la mano era de Horta se originó en una entrevista con un sepulturero que dijo haber visto a la mano; que era una mano grande, llena de vellos negros, y de anillos engarzados con gemas.

 

El asunto es que el suceso comenzó a repetirse y cada noche, a eso de las once, una mano negra (de lejos no se veían las joyas, solo la negra silueta) trepaba por los gruesos muros del camposanto.

 

SE MOVÍA COMO CRUEL TARÁNTULA

Era una mano espectral, que ascendía sin caerse como propulsada por una oscura magia.

 

Que se movía como una cruel tarántula, ansiosa por envolver en las redes del miedo o de la muerte al espantado testigo o a la incauta víctima que no advierta su sigiloso desplazamiento por la tierra o los muros.

 

En un instante letal, la Mano Peluda saltaría sobre la presa o ascendería por su ropa hasta llegar a su cara.

 

Con sus gruesos dedos le arrancaría los ojos para descender al cuello, estrangularlo, dejar el cadáver allí y volver —con teletransportación o algún otro método fantasmal— a su tumba, donde se reuniría con los demás despojos mortuorios.

 

GARRAS CON VENENO

Pasó el tiempo y los abuelos y padres solían contar la leyenda de La mano peluda a sus nietos e hijos cuando éstos se levantaban a mitad de la noche.

 

Según la versión que se difundió en el siglo XX, debajo de la cama de todos los niños cuando se iban a dormir, había una mano peluda.

 

Ésta constaba de muchos pelos, llegaba hasta la muñeca, tenía unas uñas largas, como garras y con veneno, que si te pinchaban podían llegar a ser mortales.

 

Si el pequeño llegaba a escapar tras ser rasguñado, tenían que curar de inmediato estas heridas ya que podría morir si pasaba más de un día con ellas.

 

TE ARRASTRA AL INFRAMUNDO

Si se dejaban tomar por este infernal ser, los arrastraría por debajo de la cama y pasarían por un portal hacia el inframundo.

 

Ahí, la mano peluda se alimentará con la víctima… ¡por siempreee!

 

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